jueves, 21 de febrero de 2013

Vaguedad, divino tesoro

Esta es una reflexión acerca de la vaguedad a partir del texto de B. Russell Vaguedad. Forma parte de los ensayos realizados en Filosofía del Lenguaje con el profesor J. Nubiola. 


La vaguedad es un regalo para el hombre. La vaguedad del lenguaje humano no es una desventaja sino un gran punto a su favor. En la mayor parte de las situaciones humanas, el lenguaje humano aporta la claridad suficiente para la comunicación. 


La discusión sobre los diferentes grados de calvicie es superflua, mientras que la posibilidad de designar un gran número de estados de mayor o menor carencia de cabello con una única palabra es algo de valor incalculable. Lo mismo ocurre con los nombres de los colores. Un color a nivel físico es una longitud de onda concreta de un espectro continuo, lo cual significa que hay infinitos colores. Bien es verdad que el ojo humano tiene una cierta resolución, y por tanto, no es capaz de captar infinitos colores, pero sí del orden de los millones de colores. La capacidad de agrupar esa gran cantidad de colores mediante unas etiquetas nominales  es una capacidad mucho más valiosa que la de poder nombrar una a una esas longitudes de onda. De igual modo, el tener el adjetivo “calvo” de gran amplitud de uso, es más valioso que tener un nombre para cada porcentaje de pelo respecto de la cantidad de pelo en un estado de nula calvicie.



Esta capacidad es la eficiencia del lenguaje humano. Para la mayor parte de las situaciones comunicativas del hombre es una profunda ventaja, como ha quedado reflejado en el ejemplo de los colores o la calvicie.

Además, el hombre cuando necesita una mayor precisión, en general es capaz de generarla. Cuando el esquimal necesita más precisión al designar los diferentes tipos de nieve, es capaz de reflejar en su lenguaje muchos matices que en castellano se recogen en la palabra “nieve”. Pero es que a nosotros, el que todos esos matices estén condensados en una palabra con cierta vaguedad, nos beneficia, puesto que nos evita tener que aprender muchas palabras que no nos aportan realmente nada para hablar acerca de la nieve en nuestro contexto cultural y climático.

Cuando el hombre hace ciencia, es capaz de utilizar el método matemático y el lenguaje científico para delimitar mucho más finamente los detalles que necesita en su investigación. Russell también habla en el texto de la relatividad de las unidades de medida. De nuevo, el hombre cuando lo necesita, ha ido avanzando en precisar y mejorar las técnicas de medida; mientras que en la mayor parte de los casos, un cierto grado de vaguedad es de nuevo ventajoso.

Yo soy Ingeniero de Telecomunicación, especializado en Sonido e Imagen, y la capacidad para ajustar el grado de precisión en diferentes tareas es algo de mucho valor. Por ejemplo, al diseñar acústicamente una sala de conciertos y hacer el modelo matemático y computacional, el ser capaz de ajustar hasta donde es necesario afinar y tener en cuenta es algo crucial. Modelar exactamente la forma de un adorno de pequeño tamaño muy complejo en su estructura conlleva un coste matemático y computacional enorme, y no tiene casi relevancia en el resultado. En cambio, contemplar el material de las butacas del público es esencial.

Pero no sólo en la ciencia y en la ingeniería esto es beneficioso, sino que en el día a día, la imprecisión general de nuestros sentidos y nuestro conocimiento también tiene una cierta función. Nuestros ojos debido a las leyes de la óptica, no son capaces de enfocar todo lo que vemos. Al mirar, el hombre “dirige la mirada hacia algo en concreto”, es capaz de seleccionar y centrar la atención. Tampoco somos capaces de ver con el mismo detalle lo que está lejos y lo que está cerca. De igual modo, somos capaces de oír mejor lo que está cerca y somos capaces de diferenciar sonidos y dirigir nuestra audición a una fuente u otra de sonido.

Toda esta aparente limitación de nuestros sentidos y toda la vaguedad que Russell acusa en ellos, es algo que nos permite movernos por el mundo al ser capaces de seleccionar aquello hacia lo que queremos dirigir nuestra atención. Si el hombre captase todo lo que hay al mismo tiempo y con la misma intensidad, quedaría aturdido.

Mi tesis hasta el momento es la vaguedad como ventaja y no como inconveniente, en contra de lo que plantea Russell. Pero quiero ir algo más allá. Dice Russell textualmente que “mi propia creencia es que casi todos los problema gnoseológicos, en cuanto son genuinos, son realmente problemas de física y fisiología”. Esto es rotundamente falso, puesto que el conocimiento o es inmaterial o no es posible.

De hecho, la vaguedad, más que revelar una carencia humana, revela su inteligencia espiritual. La perfección de una máquina es la precisión, la exactitud. Nadie puede ganar a una máquina exactitud y precisión. Sin embargo, el hombre es racional, es capaz de captar lo formal, lo universal. Y precisamente, esa capacidad de ir más allá de lo sensible y lo concreto, se refleja en sus capacidades con esta cierta vaguedad. La grandeza del hombre no está en su precisión, sino en que es capaz de trascender los detalles, de hacerse con la complejidad del mundo mediante un lenguaje abierto y mediante una sensibilidad integradora.

Y es que, como dice Aristóteles, “lo propio del sabio es ordenar”, es decir, dar cuenta del conjunto, tener una visión integradora, y no perderse en los detalles, quedando atrapado por la ingente extensión de lo real. El hombre es capaz de penetrar en los detalles con bastante éxito si lo necesita, pero en general vive en una penumbra consecuencia de vivir entre dos mundos: el físico y el inmaterial, entre la oscuridad de la materia y la luz del espíritu.

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